LO INVISIBLE

La imagen de la diputada Carolina Bescansa con su bebé en el Congreso ha inundado los periódicos, las televisiones y la red. Todo el mundo se arroga el derecho de opinar acerca de si su decisión ha sido o no acertada, y algunos han llegado a calificarla de “lamentable” o “exhibicionista”. Pero a mí esa imagen me ha hecho pensar en aquello que no se ve de la realidad a la que se enfrentan las madres profesionales con bebés pequeños, sobre todo escuchando a aquellos que la recriminaban que debería haber dejado a su hijo en la guardería del Congreso. Y he apreciado el gesto de Carolina Bescansa porque, de no ser por la inclinación a la descalificación en la que vivimos inmersos, habría servido para hacernos reflexionar acerca de lo que, casi siempre, se mantiene oculto.

Hagamos un esfuerzo por ponernos en el lugar del otro: más concretamente en el de una madre y su bebé de seis meses. Una madre lactante, y un bebé que se alimenta exclusivamente al pecho, del que también obtiene tranquilidad, placer, le ayuda a conciliar el sueño y a sentirse protegido. Sepamos que un bebé que toma el pecho a demanda puede necesitar hacer tomas muy frecuentes, dependiendo de cada niño. Mi hijo Gabriele mamaba cada tres horas y media, pero Adriano era más demandante y pedía el pecho cada dos horas más o menos. Ninguno sabemos cuáles son las costumbres de Diego, el bebé de Carolina Bescansa. Así que una separación de cinco horas, que es lo que duró la sesión de constitución del Congreso, no resulta sencilla. Aunque por supuesto que la diputada habría tenido otras opciones. Yo participé en algunas reuniones y conferencias mientras Adriano tenía menos de seis meses y se alimentaba solo al pecho. Acudí a un seminario de investigación en Hamburgo, y me llevé al niño y a su abuelo, que me acompañó para que el viaje fuera posible. Adriano no acudió a las sesiones del congreso: yo salía corriendo siempre que podía y me acercaba a donde ellos estaban. A veces, si no era posible, me sacaba leche en el baño. Todo ello sin decir nada, por supuesto, porque es un asunto privado.

Un mes más tarde, cuando mi hijo acababa de cumplir cinco meses, participé en un curso de verano en El Escorial. En aquella ocasión dejé al niño con una cuidadora en mi casa, durante un espacio de ocho horas. A diferencia del niño de Bescansa (por lo que ella ha contado) el mío sí aceptaba el biberón. En el transcurso de aquel día tuve que ir a sacarme leche tres veces, para después guardarla en una neverita portátil. En una de las ocasiones había mucha gente en el baño y unas personas empezaron a protestar porque yo tardaba en salir. Al acabar me sentí en la obligación de pedirles perdón por mi tardanza, explicando por lo bajo la razón. A pesar de las extracciones, que nunca son tan eficaces como la succión del bebé, llegué a mi casa con el pecho a punto de estallar. Y ni que decir tiene que me pasé todo el día preocupada pensando en cómo estaría mi niño. ¿Habría podido dormir? Porque durante los primeros meses sólo se dormía con el pecho.

bescansa-bebe-congreso-efe

Pues bien, a todos los que dicen que Carolina Bescansa tenía otras opciones distintas a llevar a su bebé al Congreso, les doy la razón: tenía la opción de actuar como yo, una opción muy cómoda para el resto de personas, que no ven ni aprecian el problema, pero tremendamente costosa y hasta desagradable para la madre y quizá también difícil para el bebé. Lo último que voy a hacer es actuar como esas mujeres que parece que compiten en capacidad de sacrificio diciendo: “pues yo me incorporé al trabajo a los quince días de dar a luz”, o “yo nunca he dejado que la maternidad interfiera en mi vida profesional”. No se me ocurriría decir: “Carolina Bescansa tendría que haberse pasado la mañana yéndose a sacar leche cada dos horas mientas su bebé estaba en la guardería del Congreso o con la cuidadora. Si yo lo hice ella debería pasar por lo mismo”. Precisamente porque sé que es desagradable, y porque ya ha llegado el momento de que los demás, los que quizá no tienen bebés ni los tengan nunca, o las madres que deciden criar a sus hijos de otra forma, sean conscientes de cuál es esa realidad.

Ella, como diputada, nos representa. Y por tanto una de sus obligaciones es la de visibilizar los problemas a los que nosotros, los ciudadanos, nos enfrentamos a diario. En ese sentido su gesto, además de funcional, es evidentemente simbólico: algo que encaja plenamente en el ejercicio de su profesión.

Por alguna razón no nos acostumbramos a no juzgar el modo en que las madres deciden cuidar de sus hijos. Muchas veces las peores somos las propias mujeres, como si necesitáramos reafirmarnos constantemente en la idea de que lo que nosotras hemos hecho es necesariamente lo mejor. Aun cuando lo hayamos vivido con sufrimiento, aun cuando ciertas renuncias hayan sido duras. Ese mismo sacrificio lo deseamos para las demás. Es realmente muy triste leer los comentarios que se han vertido sobre este tema desde diversas asociaciones feministas, criticando la actitud de Bescansa por “perpetuar el rol tradicional de la mujer”. Yo me pregunto si esconder a tu bebé de la mirada de los otros es más progresista; si sacarse leche en un baño tiene algo de liberador; si angustiarse pensando que quizá tu bebé de pocos meses no puede dormir es un avance de algún tipo.

La consideración social de la maternidad en la actualidad está marcada por un concepto clave: la hipocresía. La OMS y UNICEF recomiendan la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses. Es cierto que no todas las mujeres tienen por qué acatar dicha recomendación, pero, en mi caso particular, decidí hacerlo, y he de decir que supuso para mí una experiencia de amor y comunicación con mis hijos a la que estoy convencida de que ninguna madre debería tener que renunciar por condicionamientos externos. Ese es también un derecho de las mujeres: el de disponer de nuestros cuerpos y entregarlos a la relación con nuestros hijos, si así lo deseamos. Pues bien, resulta que esa recomendación y ese derecho se estrellan contra una baja por maternidad de 16 semanas en nuestro país. No tiene sentido, ¿verdad? ¿Qué hacemos entonces? Dejamos de dar el pecho al niño (no respetando sus necesidades más elementales ni las nuestras), dejamos de trabajar (entonces sí que perpetuamos el rol tradicional de la mujer) o llevamos al niño al trabajo (opción difícilmente viable). Esa es la injusta disyuntiva que ha hecho visible Carolina Bescansa no queriendo separarse de su hijo ni renunciando a sus obligaciones como diputada, un puesto que, por cierto, no permite sustituciones.

¿Qué han pensado acerca de este tema Soraya Sáenz de Santamaría, Carme Chacón o Susana Díaz? ¿Por qué sus partidos hace años que no plantean ninguna medida en términos de permisos de maternidad y políticas de conciliación? Parece que el mensaje que se transmite es el de que una mujer no puede tenerlo todo: ser madre, criar a sus hijos según la opción que haya elegido, ejercer un trabajo con gran responsabilidad. Si eliges la maternidad, muy bien, le das el pecho al bebé escondida en tu casa; si eliges el trabajo lo destetas a los quince días y te separas días enteros de él. ¿Y si resulta que lo queremos todo? Entonces somos unas exhibicionistas, unas demagogas, ¿o quizá intentamos algo que en nuestra sociedad es todavía revolucionario? No he tenido otro pensamiento en estos últimos días: ¿por qué tanta agresividad? Parece que tenemos que seguir siendo invisibles, haciendo enormes esfuerzos invisibles, dejándonos la vida en algo que nadie valora porque no tiene lugar en el imaginario colectivo. Gracias, Carolina Bescansa, por esa imagen. Las reacciones que ha suscitado han demostrado que era necesaria; que el cambio, como siempre, comienza por lo más pequeño, lo que parece tan insignificante.

,

3 Responses to LO INVISIBLE