PADRES E HIJOS

A menudo pienso en los distintos tipos de relaciones que pueden establecerse entre los padres y los hijos en función del sexo: madre-hijo, madre-hija, padre-hijo, padre-hija. Sin duda alguna, cada una de estas parejas es única, y cualquier generalización la desvirtúa. Pero hoy, que es oficialmente el día del padre, he reparado en cómo imaginamos dichas relaciones, y en el modo en que mi propia visión de ellas ha cambiado desde que tengo un hijo.

El lugar del padre es, sin duda, más complejo de identificar que el de la madre, que está unida al niño desde el primer instante, por lazos al menos en parte biológicos. Tiendo a pensar que la biología no es tan determinante como se suele presentar: sin duda la madre, que ha visto crecer a su hijo en su vientre, que lo puede amamantar, etc. lo tiene todo a su favor para establecer un vínculo con el recién nacido. Pero no creo que se trate de una simple necesidad instintiva. Es algo que, desde el principio, se concibe como amor, y el amor humano está lleno de pensamiento, de añoranza, de incertidumbre, de entrega, de admiración, y también de ambivalencia. La manera en que se conjuga ese amor humano de múltiples caras con los instintos más primitivos que laten en todas las madres configura el modo en que cada mujer vive y construye la maternidad. El vínculo está hecho de generosidad y egoísmo, de felicidad y de angustia: la forma particular en que se establece es una creación de la madre con sus hijos, que desde el primer instante son parte activa en el proceso.

Lo que ocurre con el padre en esos primeros momentos es distinto, y poco se ha pensado y escrito sobre ello. Seguramente porque durante siglos los padres estuvieron ausentes de la crianza de sus hijos y sólo aparecían en sus vidas unos años más tarde, cuando ya era posible comenzar a introducirles en el mundo de la responsabilidad y el conocimiento. No por ello los padres han sido menos determinantes que las madres en la vida de sus hijos. Y nunca, ni antes ni ahora, su relación ha estado exenta de otras tantas pasiones: amor, identificación, celos, exigencia, veneración. 

Muchas veces he oído que los padres actúan de forma muy diferente con sus hijos varones y con sus hijas. Y no sé si es cierto. Tengo dos experiencias al respecto: mi relación con mi padre, y la de mi marido con mi hijo. De mi relación con mi padre poco puedo decir en estas líneas; sobre la relación padre-hija querría escribir un ensayo literario en algún momento, porque me parece un tema inagotable y mucho menos tratado que otro tema igualmente inagotable: el de la relación madre-hija. Sólo diré que el lugar de un padre con su hija tiene mucho que ver con la protección, la admiración, el deseo de complacer, la complicidad, la exclusividad y la contención.

Si me paro ahora a mirar al padre de Gabriele, veo en él, ante todo, un modo de relacionarse con nuestro hijo muy distinto al mío. Gabriele se ha dado cuenta. Cuando le pasa algo me busca siempre a mí (mucho más tendente a angustiarme y también más sensible a sus angustias), pero sabe que con su padre se puede jugar mejor a ciertas cosas: a correr, a esconderse y darse sustos, a ser un avión que va por los aires, a ser perseguido por un monstruo, a las peleas… Yo a veces les miro y me acuerdo de un león revolcándose con sus cachorros, enseñándoles a luchar. Y me pregunto entonces de qué está hecha la relación padre-hijo, cómo se desarrollará la de Gabriele con su padre. Se suele decir que los padres son más exigentes con sus hijos varones, que planea sobre su vínculo la misma sombra de rivalidad que marca las relaciones madre-hija, también la misma necesidad de identificación. Es pronto para saberlo en nuestro caso.

Sólo querría aprovechar estas líneas para celebrar que, en la actualidad, tantos padres vivan desde el primer momento la relación con sus hijos. ¿Traerá esto cambios profundos a largo plazo? La respuesta espero encontrarla en alguna obra literaria, pues hay algunos temas, como el de la relación entre padres e hijos, que como mejor se dejan decir y comprender es a través de las palabras de la literatura.

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