PARA TI

Creo que llega un momento en que el bebé, que todo lo ve y lo siente referido a sí mismo, empieza a comprender y asumir la idea del otro: como persona independiente, pero también como semejante (“mamá y yo tenemos un cuerpo parecido, comemos los dos, nos reímos igual y a veces también nos enfadamos”). Ese momento se puede identificar porque el bebé comienza a comunicarse de un modo que no deja lugar a equívocos: sabe bien que eres otro, pero otro “como él”. Llegué a esta conclusión viendo cómo Gabriele, al poco de cumplir los diez meses, empezó a darnos y ofrecernos sus cosas (su chupete, lo que estaba comiendo, algún juguete que le gustaba). A veces con la intención de compartir, otras simplemente de mostrar, y, poco a poco, también de jugar: ¡pues es muy gracioso meter la cuchara en la boca del otro, verle, como en un espejo, haciendo lo mismo que hace tantas veces el bebé!

Una de las cosas que más me impresionó fue cuando Gabriele empezó a ponernos su chupete. Nos lo mete en la boda y se ríe mirándonos. Después lo reclama para sí, y vuelta a empezar. Sé que el chupete tiene firmes detractores, y yo no sé si tendrán razón o no cuando exponen sus peligros. En cualquier caso, Gabriele lo lleva usando desde recién nacido (y no supuso ningún problema para establecer la lactancia) y ha llegado a ocupar un lugar importante en su vida. Cuando tenía tres o cuatro meses empezó a quitárselo de la boca y a mirarlo extrañado, como si no supiera bien cuál era la naturaleza de ese objeto y si formaba o no parte de él. Creo que ocupaba un lugar intermedio entre su cuerpo (que poco a poco empezaba a conocer) y el mundo de todas aquellas otras cosas que estaban o no estaban, aparecían y desaparecían misteriosamente. Ahora utiliza el chupete, además, como ayuda a la hora de dormirse: no sólo lo tiene en la boca, sino que con una mano agarra su pequeña asa y la mueve… Al ponerme su chupete, Gabriele me demuestra que sabe bien que soy otra persona, a la que él ofrece algo que es suyo, muy suyo. Conoce mi boca y se sorprende y se ríe al verme a mí con su chupete: imagen no habitual, cambio de roles, algo ya muy parecido al juego.

Al principio, siempre que Gabriele nos daba algo intentaba metérnoslo en la boca: era el caso del chupete, pero también de la comida: nos ofrecía de su pan, de su galleta, o su cuchara. Después, poco a poco, empezó a mostrarnos cosas levantándolas con la mano y llamando nuestra atención con la mirada. Finalmente, nos da lo que tiene poniéndolo en nuestra mano. Lo hace, ahora sí, cuando nosotros se lo pedimos, en un paso más de la comprensión del lenguaje.

Sin embargo, pienso que éste ha sido el último paso. Él sabía lo que era dar antes de conocer la palabra “dame”. En realidad, creo que la ha aprendido (aparte de porque se la hayamos repetido hasta la saciedad) porque ya la había interiorizado antes como gesto, como acto. El bebé empieza a decirnos: “para ti”, y marca su propio inicio en una relación que es cada vez más recíproca, en la que los otros son, para el niño, capaces de dar y recibir, de jugar a ser como bebés y de recoger lo que él activamente les regala.

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