SOBRE LAS ENSEÑANZAS ARTÍSTICAS

La nueva ley educativa, que comenzará a ser implantada el próximo curso, aumenta, en la Educación Infantil y la Primaria, las horas dedicadas a la lengua y las matemáticas en detrimento de las enseñanzas artísticas: la música y la plástica. En Madrid, los colegios que se acogen al programa bilingüe, que ahora mismo son casi todos los públicos de la región, ya vieron reducida en una hora también la clase de educación física para aumentar las sesiones de inglés (mientras, vale la pena recordarlo, la religión ha mantenido sus dos horas semanales en todas las reformas educativas que se han ido sucediendo). Nos encontramos así con que se ofrece, desde edades tempranas, una formación muy académica que, según sus defensores, tiene como finalidad mejorar los resultados de los niños en lengua, matemáticas e inglés. ¿Pero es esa la mejor manera de alcanzar tal objetivo?

Parece que quienes elaboran tales planes saben, en primer lugar, muy poco de psicología evolutiva y desarrollo cognitivo en la primera infancia: la edad a la que se puede esperar que el conjunto de los niños haya llegado al grado de madurez lectora se sitúa en torno a los seis o siete años (aunque, por supuesto, pueda haber algunos niños, incluso bastantes, que la hayan alcanzado antes), y la nueva ley educativa establece que al final de la Educación Infantil (5 años) todos los niños han de ser capaces de leer, escribir, sumar y restar. Los maestros tendrán que rendir cuentas, con la consiguiente presión sobre los niños. En otros muchos países europeos (Alemania, Finlandia, Francia, Italia, etc.) el aprendizaje de la lecto-escritura se sitúa en el primer curso de la Primaria, teniendo la Educación Infantil unas características completamente diferentes: aprendizaje basado en el juego, respeto al ritmo de desarrollo evolutivo de cada niño (puesto que hasta la edad de cinco años las diferencias aún pueden ser bastante grandes entre unos y otros), y una organización del aula mucho menos “escolar”: libre deambulación por la clase,  potenciación de los intereses personales de cada niño. Ninguno de estos países tiene peores resultados que España en comprensión lectora (más bien al contrario), por lo que es más que cuestionable que la lecto-escritura precoz suponga algún tipo de beneficio a largo plazo.

Los niños tienen curiosidad por aprender. Hacen preguntas, quieren saber lo que sabemos los adultos. Existe, en el ser humano, un deseo de saber. Por eso no hay que llegar, a nada, demasiado pronto. Como ideal, deberíamos esperar a que un niño pequeño se plantee una pregunta antes de darle la respuesta . La filosofía, la ciencia, las actividades en las que más se pone a prueba la creatividad y la inteligencia humanas dependen, fundamentalmente, de que seamos capaces de sorprendernos y de hacernos preguntas originales. Y me atrevería a decir que dicha capacidad se desarrolla, de forma preferente, en la etapa que va del nacimiento a los seis años. Cuando los niños aún no han entrado en la esfera del pensamiento racional, cuando despierta en ellos la imaginación poética, la capacidad de emocionarse con la música y bailar, de disfrutar dando forma a lo informe (barro, plastilina), de expresar su visión del mundo a través del dibujo y el relato oral. Nada más y nada menos. No deberíamos sacar a los niños pequeños de su mundo de sorpresas y pasiones; es muy poco lo que ganamos adelantando ciertos aprendizajes, y puede ser mucho lo que perdamos: ¿el placer por poder descifrar, al fin, una escritura que uno tantas veces había deseado ser capaz de leer, tal y como narra Elías Canetti en sus memorias de infancia? Quizá les estemos robando a nuestros niños la posibilidad de experimentar tales momentos, adelantándonos a su curiosidad y sus necesidades (por no hablar de los problemas con los que se encontrarán los niños a los que se intente enseñar a leer antes de que hayan alcanzado el grado de madurez necesario).

Dipòsit de les Aigües

Multitud de estudios desaconsejan la pretensión de Wert de eliminar la obligatoriedad de la plástica y la música en Primaria. Subrayan su importancia para el desarrollo cognitivo de los niños, pero ni siquiera esto me parece lo más importante. Las enseñanzas artísticas deben constituir el centro de la Educación Infantil y estar muy presentes en la Primaria porque respetan el pensamiento de los niños, porque les hacen estar en contacto con sus emociones, con lo que ellos realmente son y no con lo que los demás queremos que sean. Introducen, además, un componente de placer y de disfrute que es fundamental en cualquier aprendizaje (¿o es que hemos olvidado lo que nos distraemos cuando estamos aburridos?).

Hace poco me puse a pensar en mis primeros recuerdos escolares. Son muy buenos, fui una niña bastante feliz en el colegio. Y lo primero que se me vino a la cabeza fue, por orden, una clase de psicomotricidad en la que nos mandaron poner un folio encima del estómago y observar cómo se movía al ritmo de la respiración; un día en que hicimos pasta de papel y nos manchamos muchísimo amasando aquella cosa marrón y asquerosa, ¿cómo podía ser que de ahí saliera algo tan perfecto y maravilloso como un folio de papel blanco?; la felicidad en el taller de cerámica, haciendo trazos con una cuña sobre el barro blando; mi mirada absorta ante un nacimiento de barro que habían hecho los niños mayores y que estaba en el pasillo de la escuela; una canción hawaiana con un baile que todavía recuerdo; otra canción en que aparecían los diferentes animales de la selva y a cada uno le acompañaba un gesto; un día en que la maestra nos hizo escuchar la Primavera de Vivaldi y cada vez que sonaba la melodía inicial dibujaba una flor en la pizarra; un ejercicio consistente en caminar “dejando la huella sobre la nieve” al ritmo de unas castañuelas y quedarnos inmóviles cuando no sonaran. A la vez que todo esto, aprendimos a leer y a escribir, a sumar y a restar, pero de eso no recuerdo casi nada. Sólo que las letras se parecían mucho entre sí y que un día la maestra me preguntó divertida si quería escribir como los árabes porque había copiado un dictado de derecha a izquierda. Únicamente me acuerdo bien de la primera clase sobre las sílabas tónicas y átonas de las palabras, pues me pareció una cosa harto misteriosa.

Todo cambió, en realidad, alrededor de los ocho años. Creo que poco a poco fui entrando en el mundo de la lectura y la escritura, que habría de acompañarme el resto de mi vida. Muy poco a poco. Seguía prefiriendo la oralidad. Con el tiempo me convencí de que no sería pintora, cantante ni bailarina. Y pienso, desde entonces, que la sensibilidad artística de un escritor surge mucho más ligada a la oralidad, a las artes plásticas y a la música que al aprendizaje de la escritura durante la primera infancia. Valga esto también para contrarrestar la idea de que sólo merece la pena que un niño estudie música o dibujo si tiene un enorme talento innato. El talento, al igual que la vocación, se definen con el tiempo, y nadie sabe, en una vida humana, qué infinidad de eventos y circunstancias han contribuido a desarrollarlo.

En un mundo en el que casi nadie lee, estamos empeñados en que los niños lean, cuanto antes mejor, cuanto más mejor. Y resulta que está mucho más cerca de la literatura un niño pequeño pintando, bailando, cantando, corriendo, mirando el cielo o recogiendo piedras en un camino, que ese mismo niño descifrando con dificultad un texto escrito. Aunque lo más probable es que la mayoría de las personas que intentan que sus hijos lean libros no tengan demasiado amor por la literatura: pues estamos convencidos de que leer es bueno para ser mejores estudiantes, más inteligentes (con una concepción utilitarista de la inteligencia), mejor adaptados. Qué enorme equivocación. Lo que nos proporcionan la literatura y el arte no tiene nada que ver con el tener una vida adaptada. Los artistas no suelen ser precisamente ejemplos de adaptación a los requerimientos del mundo exterior (tampoco a menudo los científicos). Piensan, con razón o sin ella, que el mundo podría ser otro, que nada está definitivamente fijado. Igual que les sucede a los niños. Y me parece imperdonable que, como sociedad, no potenciemos ni respetemos mucho más el juego y la vocación artística en los niños. No sé si sacarían mejores notas en el futuro, pero sí que se convertirían en adultos más libres, más observadores, más capaces de entender a los otros, de estar en contacto son sus emociones, de desarrollar su propio pensamiento y de creerse capaces de cambiar el mundo.

* Acabo de escribir y de repente entiendo bien por qué en el Ministerio de Educación están empeñados en marginar las enseñanzas artísticas. Esta es también nuestra batalla.

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